En la película “La Teta y la Luna” uno de los personajes, la mujer del gitano que se tira pedos a voluntad, colecciona lágrimas. Muchos de mis amigos y conocidos son coleccionistas también. Uno de mis alumnos colecciona carros de juguete. Mi hermano mayor tenía una colección de cajetillas de cigarros que yo miraba una y otra vez mientras sucumbía ante el olor del tabaco. Jorge Eslava colecciona juguetes de madera, cada vez que veo uno, pienso en él, la asociación es directa e inevitable. Miguel colecciona insectos. Pescador colecciona discos compactos y afiches que se roba de los bares y de los centros culturales. Mis sobrinas coleccionan calcomanías. Imelda Marcos colecciona zapatos, quizá la colección peor vista de la historia. Pablo Neruda era malacólogo, coleccionaba caracoles. Charly Gacía colecciona juergas. Yo mismo he tenido varias etapas en mi proceso como coleccionista, mi primera colección fue de estampillas, después, no sé por qué, me puse a coleccionar piedras, por dónde iba estaba pendiente de alguna piedra que me jalara el ojos. Y, últimamente colecciono discos compactos, libros (obviamente), imágenes y también epígrafes. Estas dos últimas, son las colecciones que dan inicio a esta nueva serie de post.
DE MI COLECCIÓN DE EPIGRAFES
Desde que empecé mi camino de lector voraz, hace ya unos buenos años, prefiero no contarlos, he tenido una fascinación tremenda por subrayar y anotar fragmentos que me impresionan durante mis lecturas. Es más, he llegado a desarrollar la teoría personalísima de que un libro es un mensaje subjetivo que esta flotando en el aire y que tiene algo diferente que decirle a cada lector, es así que, cuando termino un libro, tengo la sensación de que ese libro es para mí, sólo y únicamente, ese par de frases subrayadas o anotadas en mi cuaderno. Sé que probablemente me olvidaré de la historia, de los personajes, de los otros poemas, o incluso del autor, pero nunca me olvidaré de aquellas líneas. Entonces, cuatrocientas páginas se pueden condensar en un par de líneas. El asunto es mágico. Pero mi fascinación por los epígrafes no queda sólo en extraerlos de libros, sino que me he descubierto copiando fragmentos de letras de canciones o incluso reteniendo frases de conversaciones aparentemente banales y al llegar a casa, correr apurado, loco por registrarlas en mi cuaderno.
Ahora, sé que muchos lectores pensaran que “epígrafe” no es la palabra correcta para mis fragmentos anotados, que debería utilizar en su lugar la palabra “citas”. Pero me rehúso porque yo tengo la clara sensación de que todos mis fragmentos son epígrafes en potencia. Es decir, siento que hay un texto escondido tras cada fragmento, algo que escribiré, algo que aún desconozco y que está íntimamente ligado a ellos. Cada palabra encierra un universo, la posibilidad latente de un nuevo libro.
DE MI COLECCIÓN DE IMAGENES
Como comunicador audiovisual tengo también la fascinación de coleccionar imágenes, tomo fotos, corto revistas, navego en la red, las proceso por el escáner para guardarlas en el disco duro o las guardo en una caja. Luego, cuando no puedo escribir, vuelvo sobre ellas y juego, hago collage o composiciones en photoshop. Lo que busco es recomponer la realidad, haciendo lo que yo llamo, mis epígrafes visuales.
SOBRE LA FASCINACION POR COLECCIONAR
Al empezar a desarrollar la idea de esta nueva secuencia, he sentido la necesidad de buscar información en torno a la pulsión que nos mueve hacia el acto de coleccionar. Es así que encontré un interesante texto de Celina A. Lértora Mendoza titulado “¿Por qué hacemos colecciones?” del que paso a copiar algunos fragmentos que me resultaron valiosos y que son prueba clara de esta loca fascinación por anotar, y que, muy bien, podrían ser los primeros epígrafes de esta secuencia:
“Guardamos objetos, tal vez triviales, porque representan la posibilidad de evocar un pasado cuya memoria queremos conservar mediante un soporte físico, son pues apegos de la memoria.”
“…quien guarda algo no lo guarda sólo para sí y para su propia memoria, si no que, potencialmente, lo guarda para cualquier otro sujeto capaz de comprender –en el futuro-, el sentido del objeto.”
“…conservar, en este sentido indicado, es siempre un acto cultural humano, aunque se conserven piedras o flores secas.”
“Coleccionar es, en cambio, un acto –o mejor, un conjunto de actos- guiados por un plan previo, una decisión y un objetivo bien determinados. Hay que elegir y decidir qué clase de objetos se guardarán, cómo se buscarán, cómo se organizará el conjunto y que destino se le dará.”
Finalmente, Lértora Mendoza, hace una clasificación de las colecciones por su finalidad y aclara que la clasificación no resulta alternativa ni excluyente:
1. Las colecciones con finalidad de conocimiento, o colecciones científicas.
2. Las colecciones con finalidad axiológica (conservación de objetos culturalmente valiosos).
3. Las colecciones con finalidad crematística.
NOTA FINAL
La verdad es que todos hemos coleccionado, coleccionamos o coleccionaremos algo. Es una parte intrínseca de nuestra naturaleza. Es por eso que hoy, he decidido empezar a compartir con ustedes, en módicas entregas de seis en seis epígrafes más un epígrafe visual por post, mis dos más queridas colecciones.
PREGUNTA: Y tú, querido lector, ¿qué coleccionas?
IMAGEN 1: discos compactos sobre el escritorio, por JAG.
IMAGEN 2: botella de piedras, por JAG.
IMAGEN 3: imágenes recortadas de revistas, por JAG.
IMAGEN 4: libros y cachivaches, por JAG.