sábado, mayo 06, 2006

EL ESPANGLISH (primera parte)

En su libro, “La otra cara de América” el periodista Jorge Ramos presenta una serie de artículos sobre el fenómeno del “espanglish”. En uno de ellos se atreve a afirmar que “el espanglish”, constituye un aporte sumamente importante para el desarrollo del español como lengua. Pues, me temo que el periodista se equivoca de manera rotunda al lanzarnos dicha afirmación que, por lo demás, pone de manifiesto su pobre rigurosidad intelectual y su poco conocimiento de la evolución y de la formación de los idiomas.

Aquél que se interese un poco en el fenómeno de la lengua sabrá de sobra que es una materia viva en constante proceso de cambio y que las normas no las hacen los intelectuales si no nosotros, los que la usamos día a día. Esta es quizá la única afirmación válida de Jorge Ramos en sus artículos sobre “el espanglish”.

Es a nosotros, los hablantes, que nos corresponde el trabajo de la evolución del idioma. Así, por ejemplo, decir “HAIGA” es un terrible error puesto que todos sabemos que debe decirse “HAYA”, sin embargo, no siempre fue así, HAIGA, presente del subjuntivo del verbo HABER, solía conjugarse como los verbos TRAER o CAER, es decir: TRAIGA, CAIGA, HAIGA, pero fuimos nosotros los que a través del uso convertimos lo correcto en error y lo incorrecto en correcto.

Esa es la naturaleza de la lengua, siempre en movimiento, evolucionando, cambiando, variando. Es así que sabemos que la lengua varía en función a cuatro puntos:

1. TEMPORAL: el español de Cervantes no es el mismo español de Bryce Echenique.
2. GEOGRAFICO: el español que se habla en Argentina no es el mismo que se habla en México o en Perú.
3. SOCIO-CULTURAL: el español que se habla en los barrios pobres no es el mismo que se habla en los barrios de la clase altas.
4. SITUACIONAL: el español que utilizas con tus amigos no es el mismo que usas con tu jefe o con un cliente.
Volviendo al “espanglish” y a la pobre afirmación de Jorge Ramos, voy a contar una experiencia personal. Recién llegado a San Francisco y en uno de mis primeros paupérrimos trabajos tuve un amigo de padres mexicanos con el que compartía el tedio insoportable de la jornada laboral y, una tarde, próximos a la salida, sostuvimos este diálogo:

-Oye –le dije- vamos a tomar un café.
-No puedo –me dijo-, mi hermana tiene un parti y tengo que irme para vacunar la carpeta y componer un liqueo.

No comprendí nada. Me pregunté, ¿cómo diablos se puede “vacunar una carpeta”?, ¿qué diablos es un liqueo? Me tomó varios minutos comprender que lo que mi amigo había querido decir es que “tenía que aspirar la alfombra y arreglar una gotera”.

¿Es acaso que expresiones y palabras como: Troca (camioneta), guachalo (míralo), flashealo (jala la cadena del inodoro), te llamo para atrás (te devuelvo la llamada), Aseguranza (seguro), Brekas (frenos), Marketa (mercado), cuquear (cocinar), ganga (pandilla), grocería (alimentos), mopear (trapear), puchar (empujar), espelear (deletrear) y un largo etcétera, deben ser tomadas como valiosos aportes al idioma castellano?
Yo considero que el NO es rotundo. Es cierto que cada país tiene sus propios usos, pero es cierto también que existe un código en común que nos permite la comunicación efectiva. En cambio, hablar con alguien que utiliza “el espanglish” sin que nosotros como receptores lo conozcamos, hace prácticamente imposible la comunicación. Entonces, una afirmación se desprende fácilmente, “el espanglish” no es español ni mucho menos inglés.

Surge entonces la pregunta inevitable, ¿qué es “el spanglish?

La respuesta será motivo para escribir otro post.

Saludos queridos lectores.

IMAGEN1: collage de fondo y fotomontaje por JAG.
IMAGEN2: frontera, niño, sol y collage de fondo (fotomontaje por JAG).