Llevado por la curiosidad, usted, decide seguirlos. Pronto cae en la cuenta de que se dirigen a hacia el corazón del SOMA, un distrito lleno de hoteles pobres, almacenes y gente que usted intuye, puede ser de muy mal vivir. Sin embargo, no se detiene.
Una cuadra antes de llegar a la calle FOLSOM, escucha la música a todo volumen y presiente que algo que nunca antes ha imaginado ni visto espera por usted al doblar la esquina. Y, vaya que no se estaba equivocando: se trata de la vigésimo tercera FOLSOM STREET FAIR, la tercera en importancia en el estado de CALIFORNIA.
Sin dudarlo, se pone en la cola y le da los cinco dólares requeridos a manera de donación, a un travesti enorme y sumamente hermoso que luego de recibir el dinero le coloca un sticker de la feria en el pecho.
Todo el dinero recaudado en este evento se distribuye, a manera de donaciones, entre diferentes organizaciones sin fines de lucro como, AIDS/HIV/Hep C Nightline, Asian & Pacific Islander Wellness Center, Bay Area Young Positives, ECS - Shelters, Housing, Social Services, Lesbian Health Research Center, Tenderloin Health, The Family Link, entre otras. El año pasado se recaudaron 285,000 dólares que fueron repartidos entre 13 organizaciones.
Sin darse cuenta, usted ha entrado a un mundo paralelo, a la celebración más grande de una subcultura que todos presentimos pero pocos imaginamos. Con la cámara lista empieza a recorrer la FERIA, varias cuadras de la calle FOLSOM están repletas de miles de hombres y mujeres que llegan de todas partes del mundo para compartir y exhibir su pasión por el cuero, el fetichismo y todo lo que ello implica. Se calcula que aproximadamente 400,000 personas vistan este evento cada año.
A cada paso que da surgen imágenes impactantes, a veces piensa que es demasiado y que no es capaz de procesar aquello que estos hombres y mujeres hacen. En un stand, una mujer cuelga cabeza abajo amarrada fuertemente por una serie de sogas, mientras un hombre con dos velas en la mano la salpica con cera caliente.
Más allá, un hombre con cabeza de cerdo es llevado por otro hombre con una cadena al cuello. Usted no deja de tomar fotos, las imágenes asaltan con una fuerza insospechada. Una mujer con el torso desnudo es arañada por un hombre que se ha puesto garras de metal en los dedos.
Y todo esto ocurre a la vista y paciencia de los espectadores. Nunca en su vida ha visto tanto cuero, tantas cadenas, tanta parafernalia sádica: látigos, sogas, garras, cadenas, consoladores, etc. Es este su más cercano encuentro con uno de los lados ocultos de toda urbe.
Ahora usted siente el deseo de investigar, de averiguar que es todo esto que suena a aberración pero que no lo es desde el momento en que todos estos individuos aparecen felices y, además, es más que evidente que todos participan por voluntad propia.
En otro stand, tres mujeres están encadenadas a grandes X de madera mientras otras mujeres azotan sus espaldas desnudas. Usted se sorprende ante la mezcla de violencia y cariño, es tan difícil de explicar, pero, al mismo tiempo que se ejecutan estas practicas violentas, los verdugos tratan a sus víctimas con un cariño y una suavidad que realmente lo cuestionan todo.