La realidad es una sucesión infinita de imágenes y de palabras. Cada objeto, cada ser vivo, cada elemento de la naturaleza es, inevitablemente y al mismo tiempo, una imagen y una palabra. No podemos existir sin ellas. Libro, mesa, sol, calle, edificio, lluvia, hombre, cielo. Todo a nuestro alrededor es una imagen y un vocablo, un significante y un significado. Y no me queda más que solazarme ante dicha realidad, ante la mágica semiótica de la vida, la eterna dialéctica de la connotación y la denotación. De ahí este afán por la palabra y por la imagen, esta obsesión de capturarlo todo. Una novela, un cuento, un poema, un ensayo, una fotografía, un collage, una pintura, es siempre un universo contenido, un espacio, una secuencia de instantes, una cadena de imágenes y palabras atrapadas para siempre, que revivirán una y otra vez, diferentes, con cada nueva mirada, con cada nueva lectura. No puedo evitarlo, este pensamiento me mueve a toda hora. El mundo es una fila infinita de fragmentos que se organizan en combinaciones infinitas al interior de cada ser humano. La historia está hecha de imágenes y palabras, la historia de los libros y la de cada uno de nosotros. Los recuerdos son imágenes, y las palabras dibujan universos cuando sobre la hoja se extienden; el pensamiento más abstracto es también un trazo sobre el papel o sobre la mente dibujado. Cómo poder escapar a esta verdad rotunda. Imágenes y palabras, siempre, por doquier, acosándonos a toda hora, acariciándonos bajo el sol de este verano que se extingue sobre las calles, conviviendo a cada paso, en todos los espacios, aún en la soledad y en el más recóndito rincón de nuestro ser. Palabras son los libros y los libros son imágenes sostenidas en los estantes silenciosos. Imágenes son los edificios y palabras son las que les dan vida. Imágenes, el hombre y la mujer, y sus bocas y sus manos, y sus caricias desbocadas, y sus lágrimas sin medida, y palabras son al mismo tiempo. Yo mismo soy una imagen nueva a cada instante, renovada tras cada movimiento, tras cada paso, tras cada mirada que va construyendo, reconstruyendo y deconstruyendo el mundo. Yo mismo soy una palabra desplegada a mil revoluciones por segundo, una frase que cae siempre, una historia que se pierde, una sucesión infinita de fragmentos. Yo mismo soy cada hoja que se desprende de todos los árboles de la tierra en medio del incendio benigno del otoño. Yo soy, como cada uno de nosotros, todas las imágenes y todas las palabras.
IMAGEN1: “Cicatriz Urbana”, fotografía por JAG.
IMAGEN2: “La Muerte”, fotografía por JAG.
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