UN SUPERMERCADO EN CALIFORNIA Cómo habré pensado en ti esta noche, Walt Whitman, que caminé por los callejones bajo los árboles con dolor de cabeza un poco avergonzado mirando la luna llena.
¡En mi hambrienta fatiga, buscando imágenes, fui al supermercado de las frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!
¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras comprando de noche! ¡Esposos en los pasillos! ¡Esposas en los aguacates, bebés en los tomates! Y tú, García Lorca, ¿qué estabas haciendo ahí junto a las sandías?
Te vi a ti. Walt Whitman, sin hijos, solitario y viejo comilón, hurgando entre las carnes del refrigerador y echándole una miradita a los chicos de la tienda.
Te escuché preguntándole a cada uno: ¿Quién mató el costillar de cerdo? ¿A cuánto las bananas? ¿Eres tú mi ángel?
Fui y volví por entre brillantes pilas de tarros de conservas siguiéndote, y siendo perseguido en mi imaginación por el vigilante de la tienda.
Caminamos juntos a grandes pasos por los corredores en nuestra solitaria fantasía, probando alcachofas, adueñándonos de cada manjar congelado, y nunca pasando por la caja.
¿A dónde vamos, Walt Whitman? Las puertas se cierran en una hora. ¿Es qué dirección apunta tu barba esta noche?
(Toco tu libro y sueño con nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo).
¿Caminaremos a solas toda la noche por las calles solitarias? Los árboles agregan sombra a la sombra, no hay luces en las casas, ambos estaremos solos.
¿Daremos vueltas soñando con la perdida América del amor al pasar cerca de los automóviles azules estacionados, camino a nuestras silenciosas casas?
IMAGEN 1: “Limas”, mercado de San Francisco, 2006. JAG.
IMAGEN 2: “Plátanos Verdes”, mercado de San Francisco, 2006. JAG.
