Lima siempre me trata con esa intensidad que me aterra pero que no puedo evitar. El calor pegajoso y húmedo no se ha manifestado con toda su fuerza hasta el momento. Las mañanas siguen recibiéndome grises y templaditas. Extraño a mi esposa. Ya debo haber engordado unos seis kilos pero todavía me cierran los pantalones. Me falta comer choncholí, esta noche me encargo de eso. Fui al taco con un amigo, empecé inspirado pero fui flor de un día, mi pata me dio duro. El viernes pasado conocí a varios escritores interesantes. Firme por primera vez unas ediciones piratas de Tres Días Para Mateo, eso fue emocionante. El miércoles me voy a Huancayo, me lleva la editorial para hacer unas presentaciones por allá. Regreso el jueves. Hace tanto tiempo que no voy a la sierra, la idea me emociona, espero que no me tumbe un sorochazo. El viernes me voy a Villa el Salvador para hacer otra presentación. He tomado hartas fotos. Cuando regrese a San Francisco colgaré algunas. La comida peruana no sale de mi cabeza. Hoy mi viejita me cocina unos tallarines verdes que me tienen mismo perro de Pavlov.