sábado, mayo 24, 2008

A MI PADRE

En estos momentos, quiero decirte papá, que nuestro llanto no alberga ningún sentimiento amargo u oscuro, quiero decirte que tu paz es nuestra paz, que tu tranquilidad es nuestra tranquilidad, que tu regocijo es nuestro regocijo, que todos los aquí presentes aceptamos de buena gana tu deseo de reposo y nos entregamos al misterio luminoso de la vida y de la muerte, y que comprendemos que hay un lazo fuerte e invisible que mantiene nuestras almas y nuestros corazones unidos para siempre.

Jamás he conocido ni conoceré un hombre como tú. Carlos Galloso Colán, fuiste, eres y seguirás siendo un ejemplo de vida, de entrega, de lucha, de amor y entereza. Conocerte, eso lo sabemos todos, era inevitablemente admirarte, quererte, respetarte. Contigo, no había otros sentimientos posibles. Como ser humano recorriste la vida con la bondad y la sabiduría de un iluminado. Ser parte de tu familia ha sido una licencia para el cariño, para la amistad, tu solo nombre tenía la capacidad de abrirnos los brazos del mundo.

Tu vida fue larga, intensa, fructífera y buena; una senda de luz que cualquiera, gustoso, se lanzaría a recorrer.

En tus últimos días en este plano terrenal y fugaz, me contaste con mucha alegría y nostalgia los recuerdos más importantes de tu vida, me regalaste retazos de tu historia, que es la historia de mi madre, la de tus hijos, la de tus nietas, la de todos los que te conocieron. Y, de las tantas historias que me contaste en esas largas mañanas juntos en el hospital, la del amor fue la más importante, y ahora, estoy seguro de que fue precisamente por eso que fuiste un hombre tan bueno, porque en esencia, tu vida estuvo regida por el amor, el inmenso amor que le tuviste, le tienes y le tendrás a mi madre, tu esposa, tu pareja de toda la vida.

Ese amor intenso y atemporal fue el combustible purísimo y celeste que te llevó con éxito y acierto sabio a lo largo de la vida, cumpliendo tus metas, luchando, entregándote a los tuyos, y, es ese mismo amor el que nos guiará a nosotros por la misma senda. No tengas duda de ello papá.

Como esposo, fuiste pues un hijo del amor, impecable y caballero absoluto. Como padre, el mejor, eso es indiscutible, realmente ha sido nuestro privilegio ser tu hijo, un regalo absoluto de la vida. Como abuelo, el más feliz de todos, siempre con la sonrisa blanca del cariño, con ese niño bueno que nunca dejaste de ser a flor de piel. Como tío, el misterio tangible de un hombre puro, un ángel corpóreo de bermudas estridentes y sapos impecables en la casa de la playa. Como amigo, aquél que nadie olvida, el más fiel, el que surge primero a la hora del recuerdo.

No te has ido viejo, mi Mulato, nuestro Mulatito eterno. Estás con nosotros, lo sé. Ahora, desde tu posición elevada nos cuidas ya tranquilo, sabiendo que has cumplido con creces, nos miras ser la continuación de tu luz, y te alegras. Y nosotros te guardamos en nuestro corazón, estarás presente siempre, en la arena tibia de El Puerto, en las peñas negras del Chanque, en la paciencia de los pescadores, en los atardeceres plenos del verano, la estación perpetua de tu corazón.

Papá, Viejito, Mulatito lindo del Perú, eres para nosotros el eterno muchacho de la bicicleta, el ángel purismo que sobre nosotros se tiende cálido y noble. Los pajaritos seguirán cantándote cada mañana, tus rosas seguirán floreciendo en el jardín, seguirán regalándonos con la fragancia noble de tu alma.

Carlos Galloso Colán, esposo, padre, abuelo, tío, amigo, ser humano: no te has ido, no nos has dejado, no nos hemos dejado, estamos juntos para siempre, nuestro amor está más allá del espacio y el tiempo.

Hasta pronto viejo.

Imagen: Mi padre en el hospital.