sábado, abril 01, 2006

CESAR MORO Y ANTONIO: TODO SEXO Y TODO FUEGO (segunda parte)



En 1938 en San Luis de Potosí (México), César Moro conoce al teniente del ejército Antonio A. A. con el que mantendrá una relación accidentada, plagada de encuentros fortuitos, a lo largo de ocho años.

El amor que Moro sintió por Antonio quedará plasmado para siempre en una serie de cartas escritas en 1939. Para mí, las cartas de amor más intensas y hermosas que jamás se hayan escrito.

La despedida definitiva de Antonio ocurre en 1946 cuando éste ya estaba casado y con un hijo que, paradójicamente, era ahijado del poeta.

A continuación transcribo algunos fragmentos de estás Cartas.
Servido.

I
“El amor en la noche. Un tumulto se anuncia, un tumulto como de sangre que se vierte. Las alas del mundo empiezan a dormir, y sólo tus ojos iluminan el silencio, el gran silencio que reina a tu llegada. Y te desprendes como un árbol o como la noche, a pasos callados, como el gran caballero que aparece en los sueños. Con tu rostro severo, con el misterio y la distancia y con el gran silencio.”
(…)
“Te llamo desde lejos, de muy lejos; tú no me oyes, mi voz te llega amortiguada. Tú no me oyes. Si me oyeras vendrías y tus ojos se cubrirían de lágrimas y a través de esa bruma verías la imagen del amor acribillado. Pero no oyes y tu ausencia se renueva. Estás cerca de mí, estás cerca; todo me lo dice: el calor de tu cuerpo, tu cuerpo mismo, la sombra terrible de tu cuerpo interceptando la luz del sol. Tu voz también quiere decirme que estás cerca. Pero no es cierto… Ya te fuiste. Acaso no has llegado todavía y yo estoy ciego, completamente ciego, mirándote sin verte y llamándote hacia aquel punto donde ya nadie puede seguirme, donde la soledad me acosa, donde nada responde ni nada me acompaña.”

25 de enero de 1939


III
“Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tú eres el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo, hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres a mi muerte. Inútilmente me debato, inútilmente me pregunto. Los dioses son mudos; como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed quemante de mi vida.”
(…)
“Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres. Hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, gran tigre negro de semen inagotable de nubes dibujando el mundo.
Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire; cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de tus manos. Guárdame junto a ti.”

18 de junio de 1939


IV
“Yo puedo pronunciar tu nombre hasta perder el conocimiento, hasta olvidarme de mí mismo; hasta salir enloquecido y destrozado, lleno de sangre y ciego a perderme en las suposiciones y en las alucinaciones más torturantes. Todo me persigue con tu nombre. Tu imagen aparece a cada instante debajo de todas las imágenes, de todas las representaciones.”
(…)
“El cielo es azul, la vida es hermosa, el aire se vuelve respirable porque existes. Yo sé que la vida es hermosa aunque no la recuerdo, sé que el cielo es azul aunque no lo miro nunca, sé que puede ser más azul que nunca cuando tú sonríes. Tu sonrisa es lo más bello y humano que yo conozca. Cuando sonríes parece que todas las montañas del mundo tuvieran sol y árboles y que vinieran a tu encuentro a besar las huellas de tus pasos; parece que la noche se hubiera callado para siempre y que ya sólo la luz y el amor y un inocencia cósmica reinaran sobre el universo, donde los planetas y los astros no pueden compararse a ti sino como reflejos o emanaciones de tu presencia en el mundo. Ya que en tu poder está volver sombrío el día y hacer clara la noche y desencadenar lluvias tempestuosas y hacer gemir los elementos…”
(…)
“Abrásame en tus llamas poderoso demonio; consúmeme en tu aliento de tromba marina, poderoso Pegaso celeste, gran caballo apocalíptico de patas de lluvia, de cabeza de meteoro, de vientre de sol y luna, de ojos de montañas de luna. Gan vendaval, dispérsame en la lluvia y en la ausencia celeste, dispérsame en el huracán de celajes que arremolina tu paso de centellas por la avenida de los dioses donde termina la Vía Láctea que nace de tu pene.”

25 de julio de 1939


V
“¿Qué puedo decirte aún? No te he dicho mil veces con la palabra y mil veces con el silencio, con el desesperado leguaje de los ojos o del pensamiento que se retuerce sobre si mismo y labra infatigable, como la gota de agua, la piedra del cerebro y deshace el corazón vacío y la esperanza tenaz y el aguardar eterno, no te he dicho, mil y mil veces más, lo que ahora no me atrevo a decirte y que tú sabes y no quieres saber?
A quién sino a ti, puedo hacer responsable de esta lluvia que cae interminable, de esta brumosa tristeza que me corroe el gusto de la vida; a quién, si no a ti, debo hacer responsable de esos espacios fugaces y brillantes de mi vida en que todo parece nacer y ordenarse según un nuevo orden desconocido y una alegría sin medida: la alegría potente de haberte conocido, de saber que tú eres, y que eres sin remedio en mi vida; la última alegría, la última tristeza, el solo nombre que mi mente pronuncia sin descanso a través de la experiencia insoportable de los días que pasan inútiles, sin alegría fuera de ti.”
(…)
“¡Qué bella debe ser la vida! Ahora llueve, para mí podría ser la hora luminosa, el cielo azul, el aire tibio de la estación más tibia en el clima ideal del mundo si pudiera verte interminablemente, hasta que mis ojos se cerraran viéndote, aparición concreta de mi paraíso perdido, de mi lejano paraíso que no encontraré jamás y que me deja más solo y más indefenso que a todo ser humano”

10 de octubre de 1939


NOTA POLITICA: Seguro que la familia Humala debe pensar que Moro fue un pobre animal enfermo y que Antonio fue una vergüenza para cualquier institución militar y que todos los que como ellos amen con intensidad y se manifiesten auténticos a pesar de de todos y de todo, deben morir por el insano bien de la sociedad. ¡DiosSantoJesus! ¡Hasta cuándo la intolerancia!

IMAGEN: César Moro: performance en la playa. Texto agregado y fondo negro por JAG.