sábado, junio 24, 2006

UNA PREGUNTA QUE MUCHOS ESCRITORES ODIAN

¿Por qué se escribe?, he aquí una de las preguntas de las que un escritor nunca podrá escapar; una pregunta que muchos consideran digna del peor de los periodistas o del más naif de los lectores. Una y otra vez nos topamos con ella y con las más disímiles respuestas. Yo, lo confieso, me consideraba dentro del grupo de los que la menospreciaban, me daba una cólera tremenda cada vez que me la formulaban y, la verdad, no sabía bien por qué. Sin embargo, con el pasar de los años la pregunta ha ido ganando en importancia, sobre todo cuando empecé a formulármela en soledad.
¿Por qué se escribe?, les pregunto ahora a ustedes queridos lectores, y quisiera poder escuchar cada una de sus opiniones. Algunos tendrán profundas e interesantes teorías, mientras que otros, simplemente, no tendrán ni la más mínima idea de por qué ya que jamás se han formulado dicha pregunta. Sin embargo, la pregunta está ahí, permanece, flota en el éter que rodea al escritor y al lector: ¿por qué uno se pasa años armando personajes, construyendo historias, alimentando anécdotas, pensando y pensando día y noche en cuál será la mejor forma de empezar o terminar tal o cual secuencia?; ¿por qué levantarse a las seis de la mañana todos los días, desesperado por encender la computadora y abrir los archivos para ponerse a trabajar?; ¿por qué acostarse con un personaje dándonos vueltas en la cabeza, pensando y pensando en como llevarlo de la mano a tomar la decisión sensata que lo haga real al menos por el instante fugaz de la lectura?; ¿por qué?
Mi respuesta, después de pensarlo y pensarlo hasta el cansancio es muy simple: No lo sé. Y esta es una respuesta que apela a la esencia del acto mismo de crear, a aquello que nos impele a entregarnos de una manera, para muchos, imposible de comprender, a la escritura. Porque, después del acto, cuando uno procesa todo, entonces pueden surgir muchas respuestas maravillosas como la de Ribeyro que cita muchas razones de peso entre las que no puedo olvidar está: “escribo porque es lo más personal que puedo ofrecer, aquello en lo que no puedo ser reemplazado.” O, como la de Bryce o García Márquez que escriben para que sus amigos lo quieran más. Sin embargo, a pesar de la belleza y de la verdad que contienen dichas palabras, esos razonamientos son posteriores al proceso de la escritura y no responden cabalmente a la pregunta.
En realidad, lo vuelvo a decir, yo creo que nadie lo sabe. Se escribe porque se tiene que escribir y punto. En este sentido concuerdo plenamente con lo dicho por Marguerite Duras: “Puedo decir lo que quiero, nunca descubriré por qué se escribe ni como se escribe.” Hay entonces en todo esto, aunque para muchos suene disparatado, algo mágico, algo que está más allá de nuestro control, algo que es incluso ajeno a nuestra voluntad.
Escribir no es una elección, no es un dogma, no es un acto político, no es el manejo diestro de técnicas ni mucho menos un buen negocio. Escribir es tan sólo un impulso incontrolable que llega y se posa en el cuerpo para dominarlo por completo y a toda hora. Y, es también, y sobretodo, un acto salvaje de fe ciega en que aquello que bulle en la entraña es la verdad a la que hay que entregarse a pesar de todos y de todo. Incluso a pesar de uno mismo.

Y tú, querido lector, querido escritor, ¿qué piensas al respecto?

IMAGEN1: fotomontaje por JAG.
IMAGEN2: fotomontaje por JAG.
IMAGEN3: fotografía por JAG.
IMAGEN4: fotomontaje por JAG.
IMAGEN5: fotomontaje por JAG.