sábado, setiembre 09, 2006

LA IMPERCEPTIBLE PRESENCIA DEL SILENCIO CREADOR

A veces el silencio se mete sigiloso en nuestro reino, se desliza bajo la puerta sin que nadie lo haya llamado, lo llena todo con su perfume desconocido, se arropa bajo las cobijas por las noches, se sienta en nuestra silla, lee nuestros libros, se mezcla en el café de la mañana, se apropia de las volutas de humo de esos cigarros incesantes que consumimos mientras nos preguntamos qué nos pasa. Y no nos damos cuenta de que es el silencio lo que pasa, lo que no nos deja, lo que se adueña de nuestros territorios.

Y su presencia es imperceptible hasta que ya es demasiado tarde, hasta que ya se ha adueñado de todo nuestro tiempo, de nuestra voluntad, de nuestro deseo desesperado de gritar en medio del marasmo que devora insaciable las horas frente la pantalla del computador.

Y lo extraño es que el silencio puede surgir de cualquier rincón, puede aferrarse a nuestra espalda en cualquier esquina, a cualquier hora, en el autobús, en el trabajo, a la hora del orgasmo. Pero, es necesario decirlo, generalmente, el silencio surge de la tristeza, de la duda, del miedo, de la inseguridad. Su silueta indescriptible y pesada surge de esos estados como una sombra inefable, y sin darnos cuenta, nos convertimos en nuestras propias víctimas, porque nosotros somos el silencio y, también, la voz.

IMAGEN: “El Silencio”, fotografías y fotomontaje por JAG.