Recuerdo ahora una de mis primeras experiencias. Uno de mis amigos, en su afán por presentarme al que sería mi nuevo lugar, decidió darnos un paseo por las tierras del vino californiano, así que, una mañana de domingo, enrumbamos hacia el valle de NAPA.
El paseo fue hermoso, las colinas verdes hasta casi la ficción se sucedían una tras otra, los animales saludabilísimos y robustos pastaban calmos y merecedores de la más pura envidia de mis caballitos y vaquitas famélicas de los valles de la costa peruana. Definitivamente un profundo vistazo al organizado y siempre prospero primer mundo. Sin embargo, al decidir hacer nuestra primera parada en una de las placitas de NAPA, yo, fumador tremendo, lo primero que quise hacer fue, claro está, fumarme un cigarrito.
Bajé del auto y busqué una banca solitaria en la que darme mi dosis de nicotina. Saqué mi cajetilla, una de las últimas de mis adorados WINSTON ROJOS MADE IN PERU, y feliz, lo encendí y le di las primeras caladas en medio de esa placita linda, de película del lejano oeste. Pero, la alegría duró poco, poquísimo. Con el rabillo del ojo vi aparecer en la distancia, la silueta enorme y “boliforme” de una mujer, arrastraba sus grasas hacia mí, grasas difíciles de describir, de esas que sólo se pueden encontrar en la capital mundial de las FRENCH FRIES, las BURGERS, las HOT WINGS Y el SUPER FRIED CHICKEN.
Gorda ciclópea, pantagruelesca, exuberante hasta el rechazo, quizá hasta la nausea. Pero bueno, yo, lejos de todo prejuicio y cuando ya estaba cerca, la miré feliz y le sonreí con mi mejor sonrisa solidaria, de esas que poco y nos lanzan de frente al abrazo, pero vaya, vaya, lo que recibí a cambio nunca me lo pude esperar. La muy perra (disculpen la expresión pero es que cada vez que me acuerdo me lleno de indignación), me barrió de pies a cabeza con una mirada de desprecio y asco que pocas veces he recibido en mi vida. Me quedé de una pieza, me tomó unos instantes comprender que tal dosis de rechazo y odio se debía a mi humilde cigarrito peruano del Perú. No se pueden imaginar la cólera tremenda que sentí, tuve unas ganas tremendas de correr tras esa masa amorfa de grasa femenina y soplarle una gran bocanada de humo peruano del Perú en el rostro, ¿con qué derecho me venía a juzgar por ser un fumador cuando ella se estaba matando a punta de BIG Mc’S?
IMÁGENES: fotomontajes por JAG con imágenes extraídas de google image.
Bajé del auto y busqué una banca solitaria en la que darme mi dosis de nicotina. Saqué mi cajetilla, una de las últimas de mis adorados WINSTON ROJOS MADE IN PERU, y feliz, lo encendí y le di las primeras caladas en medio de esa placita linda, de película del lejano oeste. Pero, la alegría duró poco, poquísimo. Con el rabillo del ojo vi aparecer en la distancia, la silueta enorme y “boliforme” de una mujer, arrastraba sus grasas hacia mí, grasas difíciles de describir, de esas que sólo se pueden encontrar en la capital mundial de las FRENCH FRIES, las BURGERS, las HOT WINGS Y el SUPER FRIED CHICKEN.
Gorda ciclópea, pantagruelesca, exuberante hasta el rechazo, quizá hasta la nausea. Pero bueno, yo, lejos de todo prejuicio y cuando ya estaba cerca, la miré feliz y le sonreí con mi mejor sonrisa solidaria, de esas que poco y nos lanzan de frente al abrazo, pero vaya, vaya, lo que recibí a cambio nunca me lo pude esperar. La muy perra (disculpen la expresión pero es que cada vez que me acuerdo me lleno de indignación), me barrió de pies a cabeza con una mirada de desprecio y asco que pocas veces he recibido en mi vida. Me quedé de una pieza, me tomó unos instantes comprender que tal dosis de rechazo y odio se debía a mi humilde cigarrito peruano del Perú. No se pueden imaginar la cólera tremenda que sentí, tuve unas ganas tremendas de correr tras esa masa amorfa de grasa femenina y soplarle una gran bocanada de humo peruano del Perú en el rostro, ¿con qué derecho me venía a juzgar por ser un fumador cuando ella se estaba matando a punta de BIG Mc’S?
IMÁGENES: fotomontajes por JAG con imágenes extraídas de google image.