Hay días en los que todo parece desvanecerse, el sueño, el corazón, las ganas de vivir, la sonrisa mil veces dibujada a la hora del encuentro. Días en los que el sol nos ignora mientras avanzamos entre la gente por la calle principal, en los que el cuerpo se desliza en un territorio paralelo y fantasmal en el que no somos más que una sombra lánguida que muere de frío en el medio del verano más ardiente o la farola rota y olvidada del invierno. Hay días en los que ni siquiera somos un nombre o una voz o una mirada o un territorio fértil que espera ansioso por la caricia tibia tu viento. Hay días en los que somos el silencio y la lágrima escarlata del que sabe lo que viene.
IMAGEN: “La farola rota del invierno”, por JAG.