lunes, julio 09, 2007

EL JOVEN BRYCE, EL PLAGIO Y LA BOTELLA

En los últimos tiempos se ha hablado mucho de Alfredo Bryce Echenique y no para bien. Se le descubrieron sendos casos de plagio con pruebas irrefutables. La reacción de muchos fue la del leñador que encuentra el mejor árbol del bosque y decide caerle a hachazos. La verdad es que hasta ahora pocos han hablado de la clara posibilidad de que, el joven Bryce, ya esté pagando con creces el consumo excesivo de su vodka favorito.

En lugar de acusar y apedrear, pensemos con un poco de lógica. Luego de todo lo que el escritor ha logrado: Premio Casa de Las Américas en 1968, Premio Nacional de Literatura en 1972, Premio Nacional de Narrativa de España en 1998, Premio Planeta en el 2002, y más de veinte libros publicados, ¿le era realmente necesario plagiar esos artículos mencionados? La respuesta, al menos para mí, es más que evidente: NO. Entonces, ¿por qué lo hizo?, ¿por qué decidió arriesgarlo todo, su prestigio, su carrera, su vida misma, plagiando esos artículos? Interesante pregunta, ¿verdad?

El viejo Bryce me ha dado, a lo largo de mi vida, cuentos y novelas inolvidables que lo único que han hecho es llenarme de regocijo y de amor por la literatura. Los cuentos de HUERTO CERRADO, o novelas como UN MUNDO PARA JULIUS o LA VIDA EXAGERADA DE MARTIN ROMAÑA, son clásicos a los que hay que volver una y otra vez para comprender lo que es el hallazgo de la propia voz, de un estilo único. Ahora, es cierto que sus últimos libros ya no tienen la intensidad, la fuerza y la frescura de los primeros, pero ello no es suficiente para darle una patada en el culo a un escritor de su talla, quizá sí, tal vez, para sospechar que algo no anda bien.

El joven Bryce se ha convertido, gracias al alcohol, en uno de sus personajes, exagerado, torpe, lleno de exabruptos, contradicciones y, quizá, asaltado de vez en cuando por el delirium tremens. Recuerdo cuando le escuché decir que prefería mil veces ser un borracho conocido que un alcoholico anónimo, o cuando en una feria del libro con su vaso de vodka en la mano dijo, voy a tomar un poco de agüita y si me creen, pues allá ustedes, o cuando el periodista César Hildebrant, en un acto que a mi me resultó y me sigue resultando bajo, asqueroso y absolutamente antiético, nos mostró en televisión nacional a un BRYCE completamente ebrio, tanto, que era incapaz de sacar un cigarro de su cajetilla. Esas fueron señales claras que nos debieron preparar para lo que está ocurriendo ahora.

Leer la última entrevista publicada en Caretas no es sino un tristísima prueba de que uno de nuestros más grandes escritores ha perdido la razón. Y no quiero que este texto se tome como una defensa, como una excusa ante lo hecho, como una forma de victimizarlo, para nada. Pero tampoco es una manera de lapidarlo, de convertirlo en un vil ladrón de textos. Para mí, Bryce, diga lo que se diga, seguirá siendo el joven Bryce, el de los primeros libros, el que me hizo reír a carcajadas y llorar con su manera única de contar historias. Y los que no quieren quererlo así, pues, allá ellos.

Información sobre Bryce AQUÍ

Sobre los casos de plagio AQUÍ

Fotmontaje: "Bryce Sumergido", por JAG.