viernes, agosto 10, 2007

CONTRA LA INSITITUCION EDUCATIVA Y A FAVOR DE LA EDUCACION

La escuela no fue un buen lugar para mí. Nunca me terminé de adaptar a las reglas de ese colegio supercatólico gobernado con el rigor de las peores dictaduras. Siempre fui un mal alumno, oveja negrísima, manzana podrida, gusano infame, amante de los ceros, amo y señor de la conducta cuestionable, jinete del caballo metálico del Apocalipsis escolar, trasgresor de todas las reglas, incluso de las que nunca transgredía.

Burbuja nefasta y venenosa que me quería separar del mundo verdadero a toda costa, eso fue el colegio para mí. Odiaba esa sensación de estar siempre vigilado por el ojo de Dios, por las viejas caducas de moral retrograda que por todos los rincones aparecían, que me obligaban a rezar contra mi voluntad, que hicieron de Dios una fuente infinita de castigos, un Dios que lo único que hacia era enviarme casi a diario a la oficina de la directora, que me confinó por primera vez al despacho aséptico de una psicóloga enferma y patética, saco de prejuicios y patologías.

No puedo evitar que me asalte la indignación cuando recuerdo todos los crímenes que esas viejas cometieron, todas las veces que me humillaron, que trataron de pisotearme por no responder a sus modelos, por no ser parte de ese mundo prístino que ellas tanto predicaban y que para mí no era otra cosa más que una cloaca infecta llena de castración y sinsentidos. Un campo de concentración disfrazado de escuela modelo.

Sufro ahora al saber que esa institución continúa en pie y que los niños siguen pasando por las cosas terribles por las que yo y muchos otros tuvieron que pasar. Sufro al saber que muchos de mis compañeros nunca se dieron cuenta del daño terrible que nos hicieron; sufro al saber que muchos se dejaron y se dejan moldear de esa manera infecta que lo único que logra es enajenarlos por completo, convertirlos en modelos serviles alejados de si mismos.

Si tuviera el poder suficiente destruiría todo el sistema educativo tal y como lo conocemos, derribaría esos edificios de pura mentira acumulada, dinamitaría esas fábricas de becerros, de frustraciones, de informaciones absurdas que no sirven de nada para la vida. El germen de la debacle y de la crisis absoluta de los hombres está en los salones de clase, en las estructuras nefastas de punición y paporreteo.

Quiero ser escritor dije en voz alta, no quiero ir a la Universidad, quiero viajar y escribir y leer muchos libros de esos que aquí nunca nos permiten leer. Y me tildaron de loco, de equivocado, se rieron en mi cara y me predijeron el camino negro de los perdedores. Y es cierto, probablemente ante sus ojos no soy más que un perdedor. Por supuesto, hay que definir de alguna manera aquello que no se reconoce. Perdedor, desviado, loco, enfermo, no se tienen mejores palabras para nombrar aquello que no responde al modelo preestablecido, a aquello que todos son y tratan de ocultar o mutilar a toda costa. Y es cierto, eso soy, un desviado, un loco, un perdedor, ese es precisamente mi triunfo, eso es lo que me hace profundamente verdadero, lo que me permite sonreír en el camino hacia la muerte, eso es lo que hace que estas palabras les duelan en el corazón con la fuerza de la única verdad.

Ya lo dije, derribaría todas las escuelas, en su lugar construiría parques llenos de juegos para los niños y de bancas para los amantes; contrataría legiones de artistas autodidactas para que llenen los barrios de colores; ejércitos de poetas para que les enseñen a los niños a leer; llenaría los autobuses y los taxis de libros, pero de los libros que las escuelas prohíben, aquellos que dicen la verdad, aquellos que despiertan ese lado de los hombres que las instituciones no quieren ver jamás, aquellos que hablan de la verdadera luz que surge de lo oscuro; ya lo dijo DAVID HUME “no hay nada que se pueda aprender de un profesor que no se pueda encontrar en los libros”; y habría música y poesía y teatro, y entonces quizá sí, los hombres se darían cuenta de que hace mucho tiempo que hemos hecho a un lado a nuestro humano, que hemos desterrado el sueño y minimizado la fuerza del beso y el abrazo, y quizá así se podría lograr un cambio, regresar de nuevo a la esencia perdida, quizá entonces, el pueblo podría abrir lo ojos y ver de frente el rostro purulento de la farsa y botar a patadas a los falsos líderes.

Hace tiempo, un amigo amante de la música me dijo una frase de FELA KUTI que jamás voy a olvidar: “La música es el arma”. He ahí una de las verdades olvidadas. El arte es el arma, es la posibilidad real del cambio. El mundo se ha cansado de ver correr la sangre, de levantar las armas, de disparar contra el hermano llevado por una serie de odios inventados, el mundo se ha cansado de buscar el cambio por la vía de la metralla y hasta ahora nada a logrado si no envilecernos más y llenar de fechas y de historias estúpidas la mente de los niños, y hacernos creer que no hay otros caminos.

El arte es el arma, la única máquina capaz de trazar los caminos verdaderos, y el arte no nace en la escuela, no nace en las universidades, el arte se gesta en las entrañas, en el corazón, el arte nace de la vida misma y contra ella se revela para invitarla a dar un paso hacia delante. Quiero ser escritor dije, y me escupieron en la cara sus sermones estúpidos mil veces repetidos, me refregaron en el rostro la patética historia del único camino. Y pienso ahora en todos los grandes hombres que nunca pasaron por la Universidad, o que la abandonaron pronto para seguir el grito íntimo, la senda personal: Mariategui, Rimbaud, García Márquez, Woody Allen, Richard Avedon, Ray Bradbury, Joseph Conrad, Sor Juana Ines de la Cruz, Charles Dickens, Fiedrich Engels, Benjamín Franklin, José Saramago, J.D. Salinger, Edgar Allan Poe, Henry Miller, Herman Melville, H.P. Lovercraft, Jack London y la lista se estira infinita, y la lista refriega en la cara del sistema una verdad rotunda, despedaza a fuerza de obras la terrible mentira del único camino. Y, además, claro, como lo escribió el gran WASHINGTON DELGADO, es innegable que, “un camino equivocado es también un camino”.

FOTOMONTAJE: “La mentira del único camino” por JAG.