martes, agosto 14, 2007

FAULKNER Y CARRIZO

El 25 de septiembre de 1897, en New Albany, un pueblo de Mississippi, nació William Falkner. Si, Falkner, ese era su verdadero apellido. Fue cambiado años después por conveniencias editoriales. Pero cuando todavía era el joven Falkner, su destino era aún desconocido. En 1915 abandonó los estudios para trabajar en el banco de su abuelo. Luego, durante la Primera Guerra, fue piloto de la Real Fuerza Aérea Británica porque en su país fue rechazado debido a su corta estatura. A su regreso, entró a la universidad de Mississippi, pero volvió a dejar los estudios, esta vez, llamado por el impulso puro de la palabra. Antes de publicar, en 1924, su primer y único libro de poesía “The Marble Faun”, William, aún Falkner, fue pintor de techos y puertas, encargado de la oficina de correos de la Universidad de Oxford y periodista en Nueva Orleáns donde conoció al cuentista Sherwood Anderson, quien le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, publicada en 1926, “La paga de los soldados”.

Ese mismo año, al otro lado del continente, en el pueblo de Rufino, provincia de Santa Fe, Argentina, nacía Amadeo Raúl Carrizo Larretape. Creció como un muchacho cualquiera de un barrio sudamericano. Flaco, alto y muy temperamental, jugaba como centro delantero en los terrenos baldíos de su pueblo. A los diez años vistió su primera camiseta amateur para “El Fortín”. Cuenta la historia que no le gustaba anotar goles si no gestar las jugadas, habilitar a los compañeros de punta. Fue recién a los 16 años, después de haber jugado siempre como nueve, que se paró bajo los tres palos en el “Buenos Aires Pacífico”. Un año después, una carta de Héctor Berra dirigida a Carlos Peucelle, le dio la posibilidad de probar suerte en el River Plate. Dos años después, con tan sólo 19 y siendo aún jugador de la tercera, debutó inesperadamente en la primera división, en un partido en el que vencieron al Independiente por 2 a 1. Pero recién en 1948 se convirtió en el arquero titular del primer equipo y, desde entonces, empezó a escribir algunas de las páginas más hermosas del arco en el mundo.

Lo que ninguno de los dos pudo imaginar fue que se llegarían a convertir en una enorme influencia para las generaciones por venir. ¿Qué sería del Boom Latinoamericano sin la obra de Faulkner? ¿Qué de Márquez, de Onetti, de Fuentes, y de tantos otros? Ellos encontraron en su trabajo, la técnica, el método, la manera más eficaz para poder contar la realidad latinoamericana. Y lo mismo ocurrió con Amadeo Carrizo que, con su juego innovador en técnicas y estrategias, (el primero en usar guantes de manera sistemática, el primero en jugar con los pies dentro y fuera del área, el primero en utilizar el saque de portería como táctica para generar jugadas de contragolpe), dejó marcados para siempre a futuros grandes representantes del pórtico como Hugo Orlando Gatti, René Higuita y José Luis Chilavert.

Por otro lado, ambos personajes tienen en su haber algunas cifras impresionantes. Se dice que William Faulkner escribió “Mientras Agonizo” en seis semanas, mientras que, Amadeo Carrizo, jugó 522 partidos a nivel profesional y, a los 42 años, logró mantener su arco invicto durante 769 minutos, después de lo cual dijo: “Fue la revancha de tantos locos que hemos elegido alguna vez el puesto maravilloso e ingrato de arquero”. Me pregunto si Faulkner al recibir el Nobel de Literatura en 1949 o el Pulitzer en 1955 pudo haber dicho lo mismo con respecto a todos los locos que alguna vez hemos elegido el maravilloso e ingrato puesto del escritor.

IMAGEN: “Faulkner y Carrizo” Fotomontaje por JAG.