Ayer en la noche, durante la última clase del día, conversaba con una de las alumnas y me contó que no estaba feliz con su vida, que odiaba su trabajo y que buscando ayuda para atreverse a ir por un cambio radical a sus 40 años, se topó con una amiga que le recomendó enfáticamente reunirse con una “life coach”, algo así como una entrenadora de vida. Yo me quedé con la boca abierta. ¿Desde cuándo existen entrenadores de vida?, ¿quién invento esa profesión? Mi estudiante no pudo responder estas preguntas, pero me contó que le había ido muy bien en su primera sesión de dos horas con su “life coach” que, para colmo de colmos, se llamaba VICTORIA. Se imaginan la tarjeta de negocios: VICTORIA, ENTRENADORA DE VIDA, ¡PLOP!, mismo Condorito. El asunto es que la entrenadora le dijo a mi alumna que era imperativo que renunciara a su trabajo, que le daba dos semanas para hacerlo y que una vez fuera del trabajo se reunirían otra vez para delinear el gran plan de vida. Yo pensaba para mis adentros, ¿y no te recomendó una rutina de ejercicios emocionales, algo así como abdominales de autoestima cada mañana al despertarse, polichinelas de determinación antes de cada comida, o ranas de atrevimiento cada noche antes de ir a la cama?
IMAGEN: “San Francisco”, foto por JAG