Cuando uno está lejos de su país, cualquier cosa es capaz de poner en marcha los azules mecanismos de la nostalgia: Una botella de Inca Kola; una barrita de Doña pepa; una panetón Donofrio; un sanguchito de chicharrón con su camote más; una camiseta de la selección peruana que viste algún transeúnte que se pierde entre la gente; un disco compacto de Eva Ayllón que llega de pronto por correo: ¡¡¡Pero regresa!!!; un chullito que se cuelga en alguna pared del departamento y un larguísimo etcétera.
Lo cierto es que la patria de una u otra manera se sublima con la distancia, se desmoronan los problemas de fondo, el corazón flaquea y se convierte en un manojo de detalles que tienen la fuerza de remover todo lo vivido con la intensidad del más dulce algodón de azúcar, pues, la nostalgia, no permite la cólera o la indignación, la nostalgia sublima, retoca, engaña con tierna astucia, y yo, me dejo con gusto.
Aquí les dejo unos experimentos fotográficos de bailes peruanos y uno que otro coladito.
Nota: La línea en rojo es el link al slide show.