Lo onírico, lo lúdico y lo erótico son tres elementos fundamentales en la construcción de este libro en el que se integran, con absoluta coherencia, palabra, imagen y música. El Arlequín Desnudo es a la vez, símbolo y paradoja, pase mágico y malabar, travesura y temeroso misterio. Por un lado, Juddy Lane, ha logrado una novela deliciosa, diferente, inquietante; una historia que, en lo personal, me remonta inevitablemente a lo mejor del cine de Hayao Miyazaki y, porqué no, al de Fellini. Por otro lado, Juddy Lane, ha hecho del libro un bello objeto en el que los roles de las artes reunidas han terminado por invertirse, así, la imagen escribe, la palabra pinta y la música une los elementos de este juego hipnótico. Después de todo, ¿qué es un arlequín sin música, sin imágenes, sin alguien que lo cuente, que lo desnude? Una vez que el lector haya dado un paso hacia el extrañouniverso del Arlequín Desnudo, le será imposible regresar.