He venido a Lima por tres semanas. Sentado en un café miro a la gente pasar, sacó mi cuaderno, enciendo un cigarro y recuerdo como conocí a Jorge Eslava. Fue hace tanto tiempo. Me sorprendo aún ante los espacios purísimos de la memoria y la forma en la que los recuerdos se manifiestan.
Fue un viaje largo. Vivía en el segundo piso de un edificio de departamentos. Era invierno. La niebla atravesaba las discretas calles y limpias de La Punta. El poeta nos recibió con una chompa negra de cuello alto. Recuerdo colores marinos en su departamento. Celestes y blancos. Recuerdo también, un grupo de juguetes de plástico en una esquina de la sala y a una niña rubia que atravesó el espacio corriendo. No saludó con mucha cortesía. Le preguntamos, como siempre hacíamos antes de hacer una entrevista, en dónde quería que nos ubicáramos. Nos dijo que tenía un bote y que le gustaría la entrevista fuera ahí. La idea nos entusiasmo desde el principio. Jorge Eslava fue el único de todos los poetas que entrevistamos que nos ofreció un espacio muy estimulante a nivel visual, un espacio mas allá del enorme lugar común en el que se había convertido, para nosotros, el estudio de un poeta.
Subimos al pequeño bote blanco. Después de mojarme los zapatos en el proceso, me ubiqué con la cámara frente al Eslava que, con calma infinita, empezó a llevarnos mar adentro. Los remos cortaban con suavidad la calma superficie del mar de la Punta. Él transmitía calma, tranquilidad, paciencia acumulada a través del conocimiento. Sus gestos, sus movimientos, la cabeza siempre inclinada ligeramente hacia la derecha, los lentes oscuros, la voz articulada de un poeta verdadero.
Nos habló de su breve pero basta experiencia, de sus poemarios, de sus premios, de sus influencias, de su pasión por Kavafis y por Pavese, de su trabajo como editor. Fue una sesión inolvidable. Creo que ese fue uno de los vídeos más logrados de aquel encuentro.
El día de la presentación nos enteramos de que el poeta se iba a Portugal para continuar con sus estudios. Después del evento, me acerqué tímido a Eslava y le deseé buen viaje. Ninguno de los dos pudo imaginar que el destino nos deparaba otro encuentro.
Fue un viaje largo. Vivía en el segundo piso de un edificio de departamentos. Era invierno. La niebla atravesaba las discretas calles y limpias de La Punta. El poeta nos recibió con una chompa negra de cuello alto. Recuerdo colores marinos en su departamento. Celestes y blancos. Recuerdo también, un grupo de juguetes de plástico en una esquina de la sala y a una niña rubia que atravesó el espacio corriendo. No saludó con mucha cortesía. Le preguntamos, como siempre hacíamos antes de hacer una entrevista, en dónde quería que nos ubicáramos. Nos dijo que tenía un bote y que le gustaría la entrevista fuera ahí. La idea nos entusiasmo desde el principio. Jorge Eslava fue el único de todos los poetas que entrevistamos que nos ofreció un espacio muy estimulante a nivel visual, un espacio mas allá del enorme lugar común en el que se había convertido, para nosotros, el estudio de un poeta.
Subimos al pequeño bote blanco. Después de mojarme los zapatos en el proceso, me ubiqué con la cámara frente al Eslava que, con calma infinita, empezó a llevarnos mar adentro. Los remos cortaban con suavidad la calma superficie del mar de la Punta. Él transmitía calma, tranquilidad, paciencia acumulada a través del conocimiento. Sus gestos, sus movimientos, la cabeza siempre inclinada ligeramente hacia la derecha, los lentes oscuros, la voz articulada de un poeta verdadero.
Nos habló de su breve pero basta experiencia, de sus poemarios, de sus premios, de sus influencias, de su pasión por Kavafis y por Pavese, de su trabajo como editor. Fue una sesión inolvidable. Creo que ese fue uno de los vídeos más logrados de aquel encuentro.
El día de la presentación nos enteramos de que el poeta se iba a Portugal para continuar con sus estudios. Después del evento, me acerqué tímido a Eslava y le deseé buen viaje. Ninguno de los dos pudo imaginar que el destino nos deparaba otro encuentro.
Cuando pienso en el azar, Luciana, pienso
en tu sueño y en el mío, en la estación que va delante
de los cuerpos, en el aire de mañana, en el agua
que discurre ciegamente, en el fuego
que destruye, en la luz que mi palabra no alcanza.
Jorge Eslava Calvo
Poema de "Voces": Breve colección publicada en "Lienzo 10"
NOTA: Estar en Lima por sólo tres semanas me impide mantener la constancia en el blog, pero haré lo posible por continuar al mismo ritmo.