lunes, enero 02, 2006

LA PRESENTACION DE CISNEROS (continuación de: Así conocí a Antonio Cisneros)

Siempre llegábamos con las justas. Todos los que trabajan en audiovisuales saben que el tiempo es siempre el peor enemigo. Ese martes llegamos tres minutos antes de la hora y nos dimos con la sorpresa de que Cisneros no había llegado. Pasamos unos momentos terribles de espera e incertidumbre. Todo estaba fuera de nuestro control. Felizmente, a las siete y cinco de la noche, cuando los murmullos impacientes del público empezaban a enloquecernos, el poeta llegó. Cuando me acerqué a saludarlo sentí el tremendo olor a alcohol. Aquello no me molestó para nada. Este post no pretende nada más que narrar una anécdota real. Después de todo, todo ser humano carga con sus vicios a cuestas y, un poeta, es siempre un poeta.
Se sentó a la mesa junto con los otros tres escritores que lo acompañarían esa noche. La sesión transcurrió sin problemas. Cisneros deslumbró con su facilidad de palabra y su elocuencia.
La anécdota en cuestión ocurrió después, cuando con los miembros del grupo y los poetas decidimos ir a tomar un trago.
-Vamos al Haití –sugirió Cisneros y todos estuvimos de acuerdo. Guardamos los equipos y cuando salíamos del ICPNA, Cisneros nos dijo que lo esperáramos en la puerta, que iba a buscar su carro y regresaba para llevar a unos cuantos.
Lo esperamos varios minutos, bastante más de lo normal. Y cuando ya empezábamos a pensar que nos había plantado, el poeta apareció calle abajo muy orondo con un cigarro entre los labios:
-Carajo, muchachos, creo que he perdido mi carro –dijo.
-¿Pero dónde lo dejaste? –Le preguntamos.
-Yo pensaba que aquí a la vuelta, pero no está.
-¿Qué carro tienes?
-Un escarabajo rojo.
Por más que lo buscamos en los alrededores no lo pudimos encontrar. Y cuando ya todos empezábamos a barajar la idea de que se lo habían robado, el autor de Las inmensas preguntas celestes, nos dijo muy suelto de huesos:
-Ya no se preocupen, muchachos, no es la primera vez que me sucede. Vamos en un taxi. Ya mañana lo buscaré.
Efectivamente, después me llegó la noticia de que, al día siguiente, ya sobrio, Cisneros regresó a la zona en su bicicleta y lo encontró.
Creo que sólo un poeta es capaz de perder su auto con frecuencia.