Me muevo en la dirección de la mañana esplendorosa, hacia la toma severa de las aguas de la conciencia, más allá de la noche, demasiado lejos de los hombres todavía. Presiento abrevaderos celestes esperando por un gesto puro de la mente, por uno de esos animales de aire que trashuman por el alma humana. Desarrollo una voz de río torrentoso en mi camino hacia mañana, arrastro todo a mi paso de hecatombe celeste, dibujo meandros cristalinos y playas deliciosas para remontar la culpa. Imprimo violentos trazos sobre la corteza de la tierra que, como una tortuga milenaria, avanza lenta en la dirección equivocada. Libero blancas espirales de alegría pura y ciega, de esperanza ingenua en el abrazo ciego, en la sonrisa cierta del amigo ciego, en su palabra poderosa y ciega. Avanzo a contracorriente a través de los ríos oscuros, de senderos de muerte. Escucho voces de sirenas enfermas que me llaman por mi nombre. Piso los escombros, las señales nefastas del acierto de los hombres sobre la tierra. Y, por las noches, sueño con ella, con la mañana esplendorosa, con el agua y la tranquilidad, con la noche pura y estrellada, con los caminos claros de la sonrisa, y me veo sentado en la banca de algún parque, contemplando la belleza de los edificios, de los balcones, de las palomas que en las cornisas dormitan, de las muchachas sibilinas que a sus ventanas se asoman. Y, sin embargo, despierto y descubro, que el abrazo de la mañana esplendorosa está muy lejos de los hombres todavía. Enormes llanuras, tierras ignotas de la memoria, caminos extendiéndose por si solos nos separan de mañana. Gota insospechada de la lluvia, néctar matutino que llena de fuerza los pulmones, yo voy hacia mañana y no me detengo, sólo necesito sentarme en la banca algún parque y sonreír, y respirar hondo, y sentir como los huesos se hacen, a cada instante, más y más ligeros.
IMAGEN1: "Cielo en blanco" fotografía por JAG.IMAGEN2: "Cielo en verde" fotografia por JAG.
