miércoles, agosto 02, 2006

UN VIAJE DE HONGOS

De "Viaje por la cresta del mundo"
(para acompañar la lectura)

CONGRESO Castpost

La curiosidad le ganó a la razón. Quería probar esos hongos, saber cual era su efecto, había leído que eran la versión natural del LSD o mejor dicho que el LSD era la versión hecha por el hombre para imitar el efecto de los hongos. Sabía también que muchos artistas habían experimentado con ambas drogas. Me ganó la curiosidad. Accedí.

Subimos hasta Sacsayhuaman, repartimos los hongos entre los tres, los comimos y empezamos a caminar sin rumbo fijo. No habían pasado ni veinte minutos de caminata cuando sentí el cuerpo un poco débil, envuelto por un mareo sutil. Les dije a mis amigos que ya no podía avanzar más y nos sentamos en una pequeña colina al costado de unos eucaliptos, ante un largo bosque de piedras. Me invadió un silencio inicial en el que trataba de controlar los síntomas molestos del cuerpo. Al poco rato los malestares se disiparon y, sin más, estallamos en un incontenible ataque de risa. Bastaba con mirarnos para que la risa explotase. No podíamos parar de reír. Risa descontrolada. Feliz. Pletórica. Los ojos lagrimeaban sin parar. Lo más extraño era que el cuerpo no mostraba síntomas de saturación ante la risa. Ni un solo calambre estomacal, nada de falta de aire o contracciones dolorosas de los músculos. Solo la risa invadiendo nuestros cuerpos como un néctar divino. Estuvimos sumidos en esas carcajadas incontenibles por largo rato, creo que una media hora o quizá más. Después empezó el viaje. La risa se disipó y caímos en el más puro estado de contemplación. Mis primeras alucinaciones fueron auditivas. Bastaba con fijar la vista en una pequeña pajita para sentir que ésta emitía un sonido especial, un ligero silbido. Todo a mí alrededor tenía un sonido propio, una voz que se desplegaba al fijar la vista en el objeto. Las piedras, los árboles, las hojas secas. Gritos, crujidos, lamentos, se desplegaban ante mí en un coro nunca antes escuchado. Luego, miré a uno de mis amigos porque sentí que él me estaba mirando. No sé porque, desde el fondo de mi cuerpo surgieron espontáneas las palabras: TE QUIERO. Entonces empezó la segunda parte del viaje, las alucinaciones verbales. Los tres hablábamos al mismo tiempo, creo que cada uno hablaba de cosas diferentes, no lo sé, el asunto es que para mi todas la palabras sonaban igual, todas contenían el sonido puro de un TE QUIERO interminable. Después volví sobre mí mismo y, atónito ante la maravilla del lenguaje, me pasé largo rato pronunciado palabras sin ningún orden establecido. Mi cuerpo se solazaba ante el poder que ellas encerraban: amarillo, primavera, hombre, te quiero, azul, árbol, pájaro, celeste, celeste, primavera, rojo, te quiero, rojo, te quiero. No había filtro alguno entre mi cerebro y mis labios. Sentí el sabor de la verdadera locura. Ahora que me enfrento a ese vuelo en retrospectiva estoy seguro de haberla acariciado de cerca, y creo comprender a los locos que caminan por las calles hablando solos, soltando frases inconexas al viento. Es exactamente así como me pasé largo rato sentado en esa colina. Después, el viaje hizo un viraje repentino y entré en el vuelo visual. Todo a mí alrededor brillaba, la naturaleza estaba viva, respiraba, se movía. Los nimbos en el cielo viajaban veloces dibujando caprichosas figuras en el cielo. Los árboles eran una sola masa viva que parecía latir, respirar. Las montañas se convertían en ríos verdes moviéndose caprichosos en distintas direcciones. Una pequeña flor amarilla contenía todo el misterio de la creación en su belleza. Una fila de hormigas a mi costado se convirtió en un maravilloso hallazgo, sentía que las amaba, que eran seres fabulosos, creaciones mágicas, no estoy seguro, pero creo que incluso llegué a besarlas. Por un momento, lo confieso, tuve miedo. Pensé que aquel efecto no iba a dejarme nunca. Pero fue un pensamiento fugaz, algo en mi interior me hizo comprender que tenía que dejarme llevar y nada más. Reparé en que mis amigos estaban sumidos en sus propias alucinaciones y, mientras los observaba, tuve la clara certeza de estar reconociéndolos de otros tiempos, sus rostros se dibujaban sumamente familiares en mi inconsciente, en un territorio del pasado que nunca antes había sospechado en mi memoria. Me eché abrumado ante la belleza del viaje, ante la manifestación pura de una realidad dentro de la realidad. Cerré los ojos por unos instantes y un calidoscopio de figuras geométricas se desplegó en la oscuridad. Abrí los ojos y vi a una niña acercándose por uno de los costados de la colina. Vestía una falda tejida, una chompa de alpaca gruesa y un sombrero negro con adornos de colores. Me miraba con una sonrisa pura y transparente. Me pareció que flotaban sus pies descalzos. Fue una revelación. La muchacha contenía toda la historia del Perú y del mundo contenida en sus ojos. Tuve ganas de abrazarla, pero mi cuerpo solo esbozo una sonrisa. La observé hasta que desapareció entre los eucaliptos.

El viaje duró cinco horas y el efecto desapareció de pronto, sin dejar rastros en el cuerpo, sin resaca ni malestar alguno. No dijimos nada. Nos miramos, nos pusimos de pie y emprendimos el camino de regreso. Bajé con la sensación de no estar equivocado, de ser indefectiblemente esto que soy. Siento que, de alguna manera, mi vida se puede dividir entre antes y después del viaje de hongos. Ahora, queda claro, para mí, que no quiero volver a repetir la experiencia, pero es cierto, que uno no debe decir nunca, de esta agua no he de beber.
INFORMACION SOBRE LOS HONGOS:

Los hongos alucinógenos crecen naturalmente en tiempo de lluvias en varios lugares, entre ellos en el excremento de las vacas. Se comen de diferentes formas, ya sea crudos, cocinados o mezclados con otras cosas. Se pueden encontrar en infinidad de lugares y dependiendo del tipo son los efectos del “viaje”. Dependiendo de cual se consuma, causan efectos similares al del LSD pero con menos intensidad y duración. Las alteraciones visuales pueden no ser evidentes para quien los come, se puede platicar con los árboles o escuchar al pasto. Algunos tipos de hongo sí producen alucinaciones más severas. Tardan entre 10 y 30 minutos en hacer efecto y su “viaje” dura de 3 a 6 horas, dependiendo del hongo ingerido.

IMAGEN1: “Viaje de hongos”, fotomontaje por JAG.
IMAGEN2: “El poder de las palabras”, collage y fotomontaje por JAG.
IMAGEN3: “El otoño del alma”, fotomontaje por JAG.