jueves, setiembre 21, 2006

EJERCICIOS DE MEMORIA: EL MERCADO

"Limones", fotografía por JAG

Entro al mercado. El piso está cubierto por una delgada capa de barro negro. Los olores se mezclan en una densa maraña: mandarinas, mondongos, alcachofas y jureles. Los puestos muestran frutas y legumbres ordenadas con paciencia. En el centro están los enlosados puestos de las carnes. Todo sumergido en un intenso barullo que rebota en los altos techos de calamina. Avanzo mirando a todos lados. En el puesto de los pollos, un hombre sudoroso, sucio, con botas de caucho y largo delantal de plástico, saca un pollo de una jaba, lo sujeta con fuerza por las patas, le dobla el cuello con una habilidad terrible, y con un enorme cuchillo, hace un rápido movimiento de violinista que abre un ojo rojísimo entre las plumas. Al costado, dos ollas enormes hierven a borbotones, sueltan un vaho caliente y un fuerte olor a caldo. Entro a un pasadizo lateral donde se venden abarrotes. Los puestos son altos, angostos y están repletos de anaqueles y productos de todo tipo. El bullicio disminuye de golpe. El piso está seco y la gente camina más tranquila que en la zona de las carnes o de las frutas, como si algo tuviera que ver el denso y agradable olor de las especias. El mercado siempre me ha resultado un lugar fabuloso, un espectáculo en movimiento. Siempre lleno de gente, de colores, de señoras que caminan con sus bolsas, que regatean precios, que escogen frutas, verdura, carne; de carretilleros cobrizos y brillantes que, con el polo amarrado en la frente, llevan mercadería de aquí para allá: ¡cuidao! ¡cuidao!, se van abriendo paso entre la gente a punta de gritos y silbidos de locomotora. El mercado es mágico, siempre me deja en silencio, en un extraño estado de contemplación. Desde muy niño, éste ha sido, uno de mis lugares favoritos.


"Papayas", fotografía por JAG

"Rabanitos", fotografía por JAG

"Limas", fotografía por JAG

"Duraznos", fotografía por JAG