lunes, octubre 09, 2006

DIVAGACIONES

Soy el menor de cuatro hermanos y tuve la suerte de crecer hasta los catorce años en un barrio popular de Lima: Balconcillo. En ese barrio, mi hermano mayor había afincado su territorio: sus amigos, sus amores, sus aventuras y sus penas. Yo no tuve tiempo de echar raíces en ese lugar, pero si algo me llevé de ese barrio fue la primera aproximación a mi vocación. Recuerdo con claridad las tardes y las noches en las que mi hermano y sus amigos revivían entre cervezas y conchos de espuma blanca arrojados al piso, las anécdotas más intensas y graciosas de su juventud. Recuerdo como las escuchaba con fruición. Sentadito al filo de la vereda, emocionado, seguía cada detalle de esos relatos alucinados que me llenaban la cabeza de imágenes maravillosas. Ahora, varios años después y viendo en retrospectiva, estoy seguro de que esas historias han sido decisivas en mi proceso como escritor. La narración oral al más puro estilo del barrio, qué mejor escuela. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que ellos fueron mis primeros maestros, mis primeros cuentos fabulosos e inolvidables.

A los catorce años, me mudé a otro barrio en el que me tocó echar raíces, pero esa ya es otra historia. Luego, dieciséis años después, decidí que ya era tiempo de moverme, el mundo me empezaba a picar en la garganta, quería verlo, buscar imágenes nuevas, otras experiencias, pero sobre todo quería buscar un espacio para escribir, sin darme cuenta, Lima había terminado por devorar todo mi tiempo.

Ahora que ya llevo cinco años viviendo en San Francisco, puedo decir que, el hecho de vivir fuera, ha provocado muchas alteraciones en mi interior. Me ha abierto los ojos aún más a la verdad oscura de estos tiempos. La corrupción y la miseria material y humana son enormes en todos lados. Pero no es mi intención convertir este texto en un discurso político. Entonces he de seguir diciendo que la distancia, me ha aproximado de una manera mucho más intensa a mi país; me ha permitido reencontrarme con él a un nivel que, estoy seguro, de haberme quedado no hubiera sido capaz de alcanzar. Y esto ha afectado notablemente mi escritura. Parafraseando a Bryce: La distancia nos permite recordar mejor.

Pero claro, esta no es la única manera en la que estar lejos ha afectado mi vida y mi escritura, es increíble el efecto de la distancia. El desarraigo y la soledad nos hace pasar por diferentes etapas en el lento y muchas veces doloroso proceso de la adaptación: el deslumbramiento de lo nuevo; la sensación de ser un completo extraño, de no pertenecer; el miedo; el deseo loco de volver; la calma que llega con la idea de que no vamos a morir, que, como siempre, vamos a terminar por adaptarnos; la sorpresa ante nuestra capacidad de sobrellevarlo todo; la inevitable comparación esto y lo otro. Y siempre, el saldo positivo de saber que todo, de una u otra manera, alimenta nuestra escritura, enriquece nuestros procesos creativos, abre más y más nuestras mentes.

Es sorprendente como, al mirar en retrospectiva, descubro que todo encaja, que todo explica con lógica rotunda al hombre que ahora digita estas palabras en algún lugar del centro de San Francisco.
IMAGEN1: “Divagador 1”, dibujo por Pescador, fotomontaje por JAG.
IMAGEN2: “Ciudad irreal”, dibujo por Pescador, fotomontaje por JAG.
IMAGEN3: “Divagador 2”, dibujo por Pescador, fotomontaje por JAG.