El 22 de octubre de 1913 en Budapest, Hungría, nació el niño de ascendencia judía, Ernest Andrei Friedman, en ese momento nadie se podía imaginar que esa criatura se convertiría en una de los fotógrafos más importantes de la historia y en un perseguidor de la guerra.
Ante el caos político en el que estaba envuelto su país, el joven Ernest, con tan sólo 18 años se vio obligado a trasladarse a la ciudad de Berlín. Ahí trabajaría en la conocida agencia fotográfica DEPHOT como recadero y ayudante de cuarto oscuro hasta que, el director de la agencia, Simón Guttman, le ofreciera su primera oportunidad al enviarlo a cubrir un reportaje en Copenhague sobre León Trotsky que ofrecería un discurso a los estudiantes daneses. Fue inevitable para Guttman reconocer el talento del joven Ernest. Sin embargo, tres años después, con la llegada de Adolf Hitler al poder, Friedman, debido a su ascendencia judía, tuvo que abandonar Alemania. El destino lo llevó a París donde conoció a grandes fotógrafos como, André Kertész, Henri Catier-Bresson y, David Seymour, quien le ofreció un trabajo como reportero gráfico en la revista REGARDS para cubrir las movilizaciones del “Frente Popular”.
Su relación con el arte de capturar la imagen ya estaba sellada, no había vuelta atrás. Sin embargo, aún no podía dar el gran salto y la imposibilidad de vender su trabajo fotográfico lo tenían sumido en la pobreza. Pero todo cambiaría para siempre con la llegada de una mujer.
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE ROBERT
Blanca, de nariz recta, de ojos vivos y sonrisa luminosa, la fotógrafa polaca Gerda Taro cuyo verdadero nombre era Gerda Pohorylles, también llegó a París escapando de la Alemania Nazi, ignorando por completo que se dirigía hacia el encuentro del hombre con el pasaría el resto de su vida.
Gerda no sólo se convirtió en la amante de Andrei Friedman si no que fue la impulsora definitiva de su trabajo.
En vista de que no les iba nada bien económicamente, fue ella la que ideó los cambios de nombres y la que creo al personaje del fotógrafo norteamericano Robert Capa (unión de los nombres de Robert Taylor y Frank Capra) de enorme fama y prestigio que nunca se dejaba ver por lo ocupado de su agenda y de la que ella era representante. El plan funcionó a la perfección y pronto empezaron a vender sus fotos por el triple del precio de las de los fotógrafos franceses. Así empezó a gestarse el mito hasta que, como suele suceder, se descubrió que el poco estimado Friedman era ni más ni menos, Robert Capa.
Es importante decir que, aún en estos días, se discute la autoría de muchas de las fotos de Capa, puesto que no se logra saber si en realidad le pertenecieron a él o a Gerda Taro, ya que los estilos de ambos son muy similares, sin embargo, quiso la fama sonreírle al primero y no a la segunda que siempre vivió bajo su sombra y nunca alcanzó el reconocimiento total.
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LA MUERTE
En agosto de 1936, Robert Capa y Gerda Taro, por encargo de la revista francesa VU, viajaron a España para realizar un reportaje sobre la recién estallada Guerra Civil. Sensibilizado por la lucha antifascista y con la causa de la República, Capa estuvo, cámara en mano, en los principales frentes de combate, desde los inicios en Madrid, hasta la retirada en Cataluña. Las impresionantes tomas obtenidas fueron publicadas al mismo tiempo en la revista francesa VU, en la londinense WEEKLY ILUSTRATED y en la norteamericana LIFE.
Pero, el riesgo de ser un fotógrafo de la guerra es muy alto y, el 25 de julio 1937 en Brunete, Grenda Taro se encontró con la muerte al ser arrollada por un tanque. Profundamente afectado por esto, Capa, partió a China para realizar una serie de reportajes sobre el movimiento de la resistencia a la invasión japonesa y, claro está, para cumplir con el duelo propio de una perdida semejante. Sin embargo, al cabo de seis meses, Capa regresó a España para cubrir la toma de Teruel, la despedida de las Brigadas Internacionales y la caída de Barcelona.
En diciembre de 1938 la revista británica PICTURE POST publicó, con fotografías de Capa, un reportaje de once páginas sobre La Guerra Civil Española y lo nombró “el mejor fotógrafo de guerra del mundo”. Tenía apenas 25 años.
ALGUNOS AMIGOS LLEGAN CON LA FAMA
La fama obtenida por el joven Capa le permitió conocer a varias personalidades del arte, de la literatura y del cine, como por ejemplo, Pablo Picasso, Henri Matisse, Ingrid Bergman, Ernest Hemingway y John Steinbeck a los que retrato con su ya usual maestría.
En 1947 junto a los fotógrafos y buenos amigos Henri Cartier-Bresson, David Seymour y George Rodger, fundó la prestigiosa agencia MAGNUM que se convertiría en una pieza fundamental para el desarrollo y la promoción de la fotografía mundial.
OTROS CONFLICTOS
Luego de la Guerra Civil Española, la fascinación por el espectáculo de la guerra llevó a Robert Capa a cubrir los principales escenarios bélicos de Europa durante la II Guerra Mundial. Son famosas sus fotografías del desembarco aliado en Normandía (el día D) el 6 de junio de 1944, así como también, las imágenes de la liberación de París. Y fue por ese trabajo que, el general Eisenhower, lo condecoró con la Medalla de la Libertad.
Un momento casi perdido en el trabajo de Capa es su estadía de seis meses en México donde cubrió los conflictos electorales de 1940.
Luego, en 1948 cubrió con su poderoso lente la Primera Guerra Arabe-Isrraelí y, en 1954, mientras se encontraba visitando a unos amigos en Japón, recibió una llamada de la revista LIFE para que fuera a cubrir la Primera Guerra Franco Indochina en reemplazo de otro fortógrafo. Capa aceptó gustoso sin saber que viajaba rumbo a su encuentro final con la guerra.
LA ULTIMA GUERRA
La madrugada del 25 de mayo de 1954, Robert Capa, revisó su equipo, cargó el rollo de película y empezó la marcha con una expedición del ejército francés a través de una zona boscosa de Indochina. La humedad, el olor de los árboles y la tensión acompañaban cada unos de los pasos dados por los soldados. Robert Capa ejecutaba, como siempre, sus disparos de luz cuando el destino quiso que pisara una mina antipersonal que terminaría con su vida para siempre. Tenía tan sólo 40 años cuando se convirtió en el primer corresponsal norteamericano muerto en esta guerra.
IMAGEN1: fondo en collage y fotomontaje por JAG
IMAGEN2: Teruel, soldado muerto mientras subía a conectar cables.
IMAGEN3: Gerda Taro.
IMAGEN4: Bilbao, alarma de bombardeo.
IMAGEN5: Milicianas.
IMAGEN6: Picasso e hijo.
IMAGEN7: Ingrid Bergman.
IMAGEN8: Hemingway e hijo.
IMAGEN9: El Día D, desembarco.
IMAGEN10: El Día D.
IMAGEN11: Taierchwang, frente Sochow, China, abril de 1938.