Tenía doce años, más o menos, y mi relación con los libros era muy pobre gracias a las pésimas lecturas (por lo poco apropiadas) que nos embutían en el colegio. Pero, así y todo, leía. Recuerdo que todo empezó con un viejo libro de cuentos peruanos que rodaba por mi casa y que un buen día abrí, ya que, como paraba castigado, algo tenía que hacer con mi tiempo y mi soledad. En esas páginas sepiadas por el tiempo me encontré con cuentos como EL TROMPO, LOS TRES JIRCAS, USHANAN-JAMPI, YACU-MAMA y EL CABALLERO CARMELO. Quedé marcado para siempre con la gratísima experiencia de la lectura vívida e intensa que nada tenía que ver con la literatura greco-latina o la medieval que en ese momento de adolescencia y rebeldía pura me resultaban aburridísimas.
Pero mi relación con la lectura quedó sellada para siempre con la lectura de DEMIAN. Recuerdo que mi hermana mayor, que era tan mala como yo para los estudios, un buen día apareció en la casa con un libro que leía con fruición y que no tardó en despertar mi curiosidad, ¿qué demonios había en esas páginas que podían cautivar tanto a mi descarriada y poco estudiosa hermana mayor?
Ni bien mi hermana se fue a su viaje de promoción, me escurrí en su habitación y encontré el libro sobre la mesa de noche, lo tomé, subí a mi cuarto, me eché en la cama y, al leer esas tres líneas con las que empieza el libro: “Quería tan sólo intentar vivir lo que tendía a brotar espontáneamente de mí, ¿Por qué habría de serme tan difícil?”, algo cambió para siempre en mi interior. Era exactamente eso lo que yo sentía frente al mundo.
La lectura fue voraz y repleta de revelaciones que me enfrentaban una y otra vez a mis propias ideas. Sentía que de alguna manera HERMAN HESSE había escrito ese libro para mí. La presencia de esos dos mundos, el claro y el oscuro, eran una lectura clara de mi propia vida. Yo tenía aquel estigma de Caín que me convertía en un diferente. Las ideas de Max Demian me llegaban con el estrépito de la verdad pura. Yo no podía si no sentirme, Emil Sinclair, era yo ese muchacho que tanto tenía que aprender sobre la vida.
Confieso que la impresión fue tal que durante varios años HERMAN HESSE fue el único escritor en mi vida. A DEMIAN, le siguieron, SIDHARTHA, EL LOBO ESTEPARIO, BAJO LAS RUEDAS, EL ULTIMO VERANO DE KLINGSOR, PEQUEÑAS ALEGRIAS, LECTURAS PARA MINUTOS, EL JUEGO DE LOS ABALORIOS y un largo etcétera.
Fue pues, gracias a este estupendo escritor alemán que me convertí en lector y que me pude encontrar a mí mismo en medio de esa locura maravillosa que es nuestra adolescencia.
Este es motivo más que suficiente para realizar una serie de entregas en torno a éste alemán universal últimamente tan olvidado por los “intelectuales”.
PREGUNTA: ¿Y cuál fue el libro que te deslumbró durante la adolescencia querido lector?
NOTA: nótese que la primera edición de DEMIAN apareció firmada bajo el seudónimo “EMIL SINCLAIR”.
IMAGEN1: Hermann Hesse, fotomontaje por JAG.
IMAGEN2: Primera edición de DEMIAN, 1919.
IMAGEN3: Max Demian, fotografía de fondo y fotomontaje por JAG.
IMAGEN4: Emil Sinclair, recortes de revistas y fotomontaje por JAG.
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